Hoy más que nunca necesitamos un sindicalismo combativo, democrático y de clase

El primero de mayo de 2021 viene marcado por la persistencia de la pandemia, por una masiva oleada de despidos que afecta a todos los sectores de la economía, por la amenaza de un profundo recorte de las pensiones y de una nueva contrarreforma laboral.

Cuando todavía seguimos sufriendo los coletazos de la tercera ola de la Covid-19, la cuarta ya nos está golpeando duramente poniendo en evidencia, una vez más, el nivel de destrucción alcanzado por la sanidad pública, ahogada por la privatización, los recortes y por la falta de recursos materiales y humanos.

Al mismo tiempo los trabajadores nos enfrentamos a una brutal ofensiva patronal para recortar todavía más los derechos laborales, mientras los capitalistas destruyen decenas de miles de puestos de trabajo. Todo ante la absoluta pasividad, cuando no la colaboración, de las direcciones de CCOO y UGT, comprometidas junto al Gobierno PSOE-UP con la nefasta política del “pacto y la paz social” con los empresarios.

CaixaBank, a pesar de haber obtenido jugosos beneficios en 2020, acaba de anunciar el despido de 8.291 trabajadores, a los que hay que sumar los miles más que llevarán a cabo el BBVA, el Banco Santander, Unicaja-Liberbank, Banco Sabadell e Ibercaja. Esta nueva vuelta de tuerca en la reconversión permanente que vive el sector —120.000 despidos y más de 20.000 oficinas cerradas desde 2008— se produce después del rescate bancario que supuso una inyección de dinero público de más de 65.000 millones de euros salidos del bolsillo de los trabajadores.

Lo que debería haber provocado la inmediata convocatoria de una huelga general en la banca, sin embargo no ha merecido de las direcciones de CCOO y UGT ni una sola palabra respecto a organizar la lucha para impedir esta brutal destrucción de empleo, limitándose a parlotear frases hechas y preparar abiertamente otra capitulación.

Este nuevo ajuste de plantilla en el sector bancario forma parte de un terremoto mucho más amplio que se llevará por delante más de 30.000 puestos de trabajo: El Corte Inglés, Airbus, ACS, Acciona, Tubacex, Coca Cola, Heineken, NH, Carrefour viajes, Iberostar... La lista es casi interminable. Y esto sucede, cuando muchas de estas empresas no han dejado de obtener suculentos beneficios en los últimos años, pero no es suficiente; el objetivo es seguir acumulando ganancias a costa de la clase obrera, reduciendo los gastos en personal e incrementando la explotación de los trabajadores.

Por un sindicalismo de clase, combativo y a la ofensiva

Hoy la bancarrota e impotencia de la política sindical practicada por las direcciones de CCOO y UGT se presenta más evidente que nunca. El mal llamado “diálogo social” solo sirve para que la agenda patronal salga adelante con el apoyo del Gobierno de coalición, la izquierda parlamentaria y las direcciones de CCOO y UGT.

Las cúpulas de estos sindicatos han defendido con entusiasmo la aplicación de los ERTE. Ahora, después de que el Estado ha gastado decenas de miles de millones de euros en pagarlos, mientras los empresarios han guardado a buen recaudo los suculentos beneficios acumulados en los años anteriores (más de 500.000 millones solo en 2018), cada vez son más las empresas que pasan a convertir los ERTE en ERE.

Lejos de presentar batalla y organizar la lucha para defender los puestos de trabajo, los responsables de CCOO y UGT basan su estrategia en aceptar los despidos y limitarse a negociar las indemnizaciones. Allí donde la presión de los trabajadores ha obligado a los dirigentes sindicales a convocar movilizaciones, estos en lugar de extender y unificar las luchas se han empleado a fondo en mantener aislados los conflictos, planteando acciones testimoniales con el objetivo de desgastar a la plantilla, mientras negociaban con la patronal las condiciones de los despidos.

A esto hay que sumar, la represión policial más brutal que los obreros que superan el colosal obstáculo de esta nefasta política sindical y saltan a la lucha están sufriendo. Hay que denunciar que el Ejecutivo presidido por Pedro Sánchez, mientras presume de ser progresista y de izquierdas, defiende con firmeza los intereses empresariales, avala y acepta la destrucción de empleo y reprime con dureza a los trabajadores.

Un buen ejemplo de ello lo tenemos en plantillas como la de Tubacex en Álava, Airbus en Cádiz, Petronor en Bilbao, ITP Aero Casting en Barakaldo y Sestao…, atacadas con saña por los “antidisturbios” en todas las acciones reivindicativas que organizan, en un intento de amedrentar y criminalizar su lucha.

Nos enfrentamos a una situación dramática y a un futuro incierto en el contexto de una profunda crisis del sistema capitalista. La clase obrera, y sus sectores de vanguardia, estamos ante el reto de construir una dirección sindical armada con un programa de clase, con métodos de lucha combativos, democráticos y asamblearios, que recuperen la defensa de los intereses inmediatos de los trabajadores como parte de la lucha por la emancipación definitiva de los oprimidos.

Sí hay alternativa. Una sociedad donde los trabajadores y trabajadoras organicemos la producción y los enormes recursos existentes atendiendo a las necesidades sociales, erradicando así la esclavitud de la explotación capitalista. Para eso hay que nacionalizar las grandes empresas estratégicas y la banca para poner toda esa riqueza al servicio de la mayoría. Hay que luchar por una sociedad libre de opresión, una sociedad socialista.

¡Viva el 1º de mayo! ¡Viva la lucha de la clase obrera!

 


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